dimarts, 6 de desembre del 2016

¿Cómo murió mi madre? Capítulo 7.

Iba a hablaros de la habitación maldita, pero eso incluye a al menos tres familias más y he decidido no hacerlo. No es mi tema y me haría alargarme demasiado...

volvamos a la historia: Mi madre, esa que compró Oropesinas para todos los trabajadores de la Unidad de Reanimación, cirujano, etc. Esa mujer que decía que todos las enfermeras de Castellón eran una pasada y ellos eran sus amigos... Esa misma, vio entrar a la enfermera que explica los ejercicios de rehabilitación y cuando habló con su tono militar a su compañera de habitación dijo: "Eixa és una filla de puta." Nos sorprendió pero nos reímos. Luego entendimos que mi madre ya no estaba bien.

Eso también fue el jueves 6 de octubre, el día del 2° ictus. Un mes antes de su muerte.
Al día siguiente nos reunimos el cirujano que la operó, como ya conté, con el segundo de abordo y la doctora que culpa Castellón de la falta de seguimiento neurológico. En esa reunión, tras ocho días de no hacerle pruebas nos intentaron convencer de que la semana siguiente ya la tenían planificada para hacérselas. Tarde.

Mi madre creía y quería irse a casa, ella también sentía que estar allí era perder el tiempo. Total, que ya nos costaba creer en ellos.

De la Unidad de Reanimación hay poca queja. Sólo faltó un poco más de unificación de criterios en la mayoría y mucha en la anestesista que parece ir por libre.

Mi madre permaneció sedada unos 20 días luchando contra el ictus. Se la dejó de anticuagular, tal vez demasiado tarde, y fruto de esa acción perdió la pierna izquierda como consecuencia de un trombo.

Nosotros vimos apagarse la pierna poco a poco, lo comunicamos, pero cuando lo tomaron en serio ya era tarde.

Aproximadamente una semana antes de morir el parte nos lo dio una anestesista que no conocíamos y nos dijo más o menos: "No esperéis ninguna buena noticia" "llevo 35 años aquí" y en pocas palabras nos invitó a prepararnos para una muerte digna.

Antes y después, el resto de anestesistas nos pedía creer en ellos. ¿En qué quedamos?
Nuestra sensación fue de que esta mujer dejó a todos por mentirosos, pero creemos que los otros, con sus errores y sus aciertos lucharon, sufrieron y pelearon por mi madre. Ella no lo sé. Su espíritu también es viejo.

Tras ese día, le cortaron la pierna y tras varios días sin sedación despertó. Primero ligeramente, luego entendiendo, luego, a pesar de la traqueotomía se llegó a comunicar con nosotros.

Ella, consciente, se miraba la pierna y nos miraba. Le hablábamos de futuro, de un futuro que no llegó. De hecho sonreía, o al menos lo hizo hasta que habló con la psicológa que le asignaron.

No sé si la psicóloga le borró la sonrisa. Sí sé que no quiso hablar con mi padre, aun sabiendo que con mi madre no podría hablar. ¿Cómo se asiste psicológicamente a un enfermo que no habla, casi no comunica y no conoces? Como psicopedagogo opino que irremediablemente mal, pero sólo es una opinión.

Lo dejo aquí. Todavía quiero volver a una reunión que tuvimos el día de la "fiesta" del ictus y dar las gracias, aunque mi madre no tuvo suerte, sí contó con algunos buenos profesionales.

De hecho, tuvo tal mala suerte que al morir domingo no pudo tener ni velatorio. Su cuerpo quedó en el depósito del hospital. No había nadie en Valencia para firmar los papeles, el juzgado de guardia no llega a los buenos. De hecho, si hubiéramos contratado el entierro para la mañana siguiente, no habría llegado... Una tras otra.

Se fue sin despedirse del mar.

Hoy hace un mes que la enterramos.

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